I’m sexy and I know it?

Texto y autorretrato Diana L. Sepulveda

La publicación del día de hoy ha seguido un largo camino de reflexiones. Literalmente largo, porque fue uno de los temas que rondaba en mi cabeza cuando decidí volver a abrir el blog. 

Y de alguna manera, ha estado presente en publicación anteriores:

  • Cuando hablé sobre la polémica generada por J.K. Rowling y sus opiniones sobre la transexualidad y las personas transgénero, les comentaba que tenía en mente un texto diferente sobre el sexo, pero que se me había atravesado esa situación en la semana.
  • También cuando escribí “Cuerpos” les comentaba que estaba en todo un proceso de sacudirme ideas sobre mi propio cuerpo y relacionarme más y mejor con él.
  • Y en “Y dejé de echarle la culpa al amor” les comentaba que la interacción en pareja cambiaba mucho cuando los cuerpos entraban a ser parte del asunto.

Muchos caracteres, muchos pensamientos y hasta muchas lágrimas han corrido desde entonces. Dos meses han pasado desde que decidí volver a escribir, y más de tres meses desde que entramos en cuarentena. 6 meses llevamos del 2020, el año en que decidí empezar a ponerle más atención a mi cuerpo, con el que he cambiado mi relación, y su relación con el resto del mundo.

Y el asunto es que desde niñas, se nos enseña a tener “cuidado” con el cuerpo, siendo esto un eufemismo para no dejarnos tocar por otras personas. Lo cual es bueno para evitar abusos.

Terriblemente malo cuando llegas a la adolescencia y la amenaza implícita es que si dejamos que nos toquen, nuestra imagen puede verse afectada letalmente. Lo cual ahora se me hace una de las ideas más estúpidas de la vida: somos mujeres, también sentimos deseos, también tenemos hormonas. ¿Por qué putas no vamos a querer experimentar con nuestra sexualidad?

Ah cierto, porque lo más probable es que “el otro”, aquella persona con la que experimentamos, pueda terminar todo saliendo a decir cómo somos en la cama (o en el sofá, o en la cocina, o etc).

Y esto dañaría nuestra reputación irremediablemente.

De hecho, ahora en cuarentena, uno de los riesgos sobre los cuales se nos advierte es sobre los peligros del sexting, o el sexo virtual o telefónico. Hay muchas formas de cuidarnos para que nuestras fotos no terminen en manos equivocadas, o para que la grabación con o sin consentimiento de una sesión de sexo no termine en una página porno o en grupos de whatsapp.

Pero, joder, ¿por qué tenemos que andarnos cuidando de esto?
Como parte de esta reflexión, empecé un experimento bastante interesante desde el mes de abril en mi Facebook, que es como mi red más privada y cercana, donde subí algunas fotos de partes de mi cuerpo, haciendo ejercicio, etc.

De la mano con estas fotos públicas, tomé otras fotos que nadie ha visto hasta el momento, y otras semiprivadas que compartí con personas de confianza. (Todas las compartiré en mi Instagram apenas publique esta entrada, como parte de la siguiente fase del experimento).

Mientras esto pasaba, a una de las mujeres que más admiro en el mundo, la señorita Cherry Gómez, quien está estrenando un blog súper interesante, le preguntaron en su Instagram que “¿por qué publicaba fotos mostronas?”. Palabras más, palabras menos, ella respondió que “porque se le daba la gana” (Me disculpas por favor Cherry por parafrasearte tan a lo maldita sea, ha pasado mucho tiempo y no recuerdo las palabras exactas, pero sabes que esa respuesta me llegó al kokoro).

También otra de las mujeres maravillosas que sigo en Instagram hacía un registro fotográfico de los cambios en su flujo durante todo el ciclo menstrual, y hablaba en muchas ocasiones de sus experiencias recibiendo comentarios indeseados de hombres que se masturbaban con sus fotos.
Efectivamente, los peligros contra los que nos prevenían nuestras mamás seguían estando ahí. A las mujeres se nos seguía castigando por apropiarnos de nuestros cuerpos y por hacer lo que queramos con ellos. Se seguía manteniendo esa doble moral entre “la virgen” y “la puta”
Porque por “putas” es que muchas veces nos pasa lo que nos pasa, ¿no?. A las “vírgenes” no las violan, ni las agreden, ni las matan, ¿cierto?
Y entonces, ¿cuál es la solución? ¿dejar de ser seres sexuales? ¿dejar de subir fotos.

Quizás no, porque al subir algunas de mis fotos a Facebook, empecé a notar un montón de likes y corazones extras de personas que rara vez comentaban algo.

Parece que es malo que una mujer muestre su cuerpo, pero ya que lo estás mostrando pues vamos a disfrutarlo (y morbosearlo).
(Además de alimentar ese odio que existe entre las mujeres que utilizan su cuerpo para alcanzar ciertas metas o fines)

En fin… la hipocresía.

Retomando el tema de las ideas estúpidas, durante muchos años de mi adultez joven me sentí culpable por reconocer a mi yo sexual. La culpa llegaba hasta el punto que no podía tolerar que nadie se me acercara, físicamente hablando.

Me sentía sucia, indigna, mala. Quizás algunas de las personas que me lean puedan sentirse identificadas con eso.

Durante mucho tiempo, y aún persiste de cierta manera, sentía ese miedo de que los hombres con los que me había relacionado salieran a hablar de mí (puede que haya pasado, aún no lo sé).

Porque una mujer hablando de sexo es mala. Y la mayor parte de nosotras carga encima el complejo de la niña buena.

Con el pasar de los años empecé a notar que mis amigos amaban poder hablar de sexo conmigo, que no fuera una de “esas mojigatas”. También notaba que en grupos de niñas abundaban los malos comentarios hacia las chicas que “mostraban” de más en sus cosplays. (SPOILER ALERT, ¡esto es una trampa! cualquier creencia o conducta que nos ponga en contra o a compararnos con otra mujer es un comportamiento patriarcal).

El sistema está organizado de forma que tanto si haces como si no haces, terminas perdiendo.

Repito nuevamente: y entonces, ¿cuál es la solución? ¿dejar de ser seres sexuales? ¿dejar de subir fotos?

Para mí, la solución va de la mano con un cambio de creencias. Y como en realidad, las únicas creencias que puedo cambiar son las mías, de momento lo que les puedo decir es que, en relación a “los cuerpos” en general, yo creo que:

  • Cada ser humano debería ser dueño de lo que hace con su propio cuerpo. Debería poder decidir si lo muestra o si lo guarda, y su valor como persona no debería depender de esto. Mujeres y hombres que quieran mostrarlo, deberían poder hacerlo sin ser tildados de put@s. (Por cierto, creo que deberíamos de dejar de usar esa palabra como insulto). Mujeres y hombres que quieran guardarlo, deberían poder hacerlo sin ser tildados de monjes.
  • La sexualidad hace parte del desempeño ocupacional de cualquier ser humano, y es asunto de cada quien decidir cómo vivirla, siempre y cuando no se le haga daño a nadie más en el proceso.
  • El valor de una mujer no debería medirse por lo que hace, deja de hacer o se deja hacer en la cama. Ya basta de estar usando el sexo como herramienta para violentarnos. No, no tiene que ser violación para que sea violencia sexual. Cada vez que haces algo sin consentimiento, estás violentando. (Aplica para cualquier persona, pero siendo mujer y sabiendo todo lo que sé de violencia de género, saben que tiendo a hablar en femenino).

Y en relación con mi cuerpo, en específico, he decidido empezar a hacer con él lo que se me dé la gana (sé que a los casi 35 años parece un poco tarde, pero oigan, más vale tarde que nunca), ya sea tomarle fotos, mostrarlo, esconderlo, etc. Quien toma la decisión soy yo, no las ideas que tengo en la cabeza ni lo que piensan los demás sobre lo que puedo o no puedo hacer.

He decidido librarme de la culpa por lo que otros puedan pensar de mí o decir de mí en relación con mi cuerpo y con mi vida sexual. Creo que todos somos más o menos conscientes de que en el momento en que compartes algo en redes, así sean “privadas”, la información como tal deja de serlo. No voy a sentirme culpable por el hecho de que otros hagan cosas indebidas con mis fotos, o por el hecho de que me morboseen cuando uso falda. Tampoco voy a dejar de tomarme fotos o de ponerme falda.

Pero eso sí, en el momento en que “esas cosas indebidas” o la “morboseadera” se convierta en un delito o en acoso callejero (el cual tristemente aún no es delito en Colombia), créanme que no me voy a dejar. 

Ya es tiempo de que la sociedad empiece a darse cuenta que hay cosas que ya NO SE HACEN. No me importa que antes se pudieran hacer, las cosas están cambiando:

  • No está bien que le digas cosas a las mujeres en la calle.
  • No está bien que distribuyas fotos que se te fueron entregadas en privado.
  • No está bien que denigres a una persona por su vida sexual, sus gustos o sus intereses.

Somos dueñas de lo que hacemos con nuestro cuerpo, pero no somos dueñas de lo que los demás piensan de él; pero créanme, que si nos agreden, eso va a acarrear consecuencias.

Todos deberíamos aprender a llevar las consecuencias de nuestros actos.
Y si en algún momento esto que escribo o las fotos que subo me generan consecuencias, lidiaré con ellas.

Pero ya no me sentiré más culpable ni con miedo de lo que otros puedan decir de mí por esto. Si no hago nada malo, no debería sentirme así. Nadie debería. Soy un ser corporal y soy un ser sexual. Y no hay nada de malo en eso.

Artículo original en Divagando… Por el Cerebro de Diana
Galería en el Instagram de Diana L.

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