Te molesta más un pezón que una violación
Texto y modelo Brenda Mora | Fotografía Alessandra Puccini
Tengo unas tetas preciosas. Nunca he tenido inseguridad en cuanto a su tamaño. Pero, realmente se debe a que las han elogiado más que hacerme sentir mal por su pequeñez. No entendía esa maña entre mujeres de compararse para decir:
“Mira, las mías son más levantadas” y responder “Si, pero que las mías son más grandes”.
En esas practicas, descubrí que mis pezones son muy prominentes. Se levantan como dos banderitas sobre una montaña, destacan, roban miradas…
En los tiempos del colegio decidí perforarme. Un chico me preguntó que si era verdad esas joyitas en mis pezones. Le respondí “Claro, ¿quieres ver?”. Se rió, no creyó que lo hiciera. Pero moví la jardinera, la camiseta y el bra. No se las creía, fue muy divertido.
Un día de universidad me dije “Al fin al cabo, nunca me ha importado que me miren”. Y comencé a salir sin bra.
El día uno transcurrió con normalidad. Tenía un suéter grueso. Y no se sintió la diferencia, hasta una semana después, un viernes, que use una camisa cuello tortuga blanca.
Se notaban mis pezones. Bastante. Me sentía muy guapa en el espejo. Cuando llegue a la universidad mis compañeros —masculinos—, me mencionaron lo linda que me veía sin disimular su vista sobre mis senos.
¡Menudos bastardos! Que el lenguaje corporal revela muchas cosas. Y les voy a aclarar que fue lo que pasó: No había respeto. Era morbo, eran sus miradas depredadoras. Era su acercamiento corporal hacía mi boca, mi cuello y mi ser. Dando un paso atrás, respondía sencillamente “ajá”.
Claro, que esta no es una experiencia de fusilamiento mental hacia los hombres. A quienes caben resaltar fueron los que preguntaron el motivo de mi accionar. A ver:
(1) Tengo problemas sacro-lumbares por mala postura, el sostén me hace dar interminables dolores de espalda, (2) duele una mierda la varilla clavándose en tus costillas. (3) Cuando voy a comprar un bra, ni las tallas pequeñas me quedan ¿Entonces para qué? (4) Sí me queda un espacio que no ayuda con el levantar los senos. (5) Y vi un video en Youtube, del origen de esta prenda. Pues no me gustó.
Y las otras, las mujeres. Algunas con su miradas de rechazo. “Yo no tengo nada contra que no usen bra, pero no sean descaradas que se les nota el pezón” me comentó una compañera con la que estaba haciendo un trabajo de igualdad de género. La ironía me ha perseguido por mucho tiempo.
Bueno pues, ese día tuve que caminar por la transitada Calle 19 de Bogotá hasta la Carrera Séptima. Por mucho, uno de los días más incómodos de mi vida. Como pueden recordar, no soy precisamente alguien a quien le moleste las miradas o atención. Tenía mi cabello rosado, grandes aretes, labiales negros y morados. Faldas cortas, medias de malla rotas…
Pero ese día era el saco cuello tortuga, una falda y una gorra. Los hombres pasaban y se me mandaban encima gritándome piropos. Las mujeres se hacían lo más lejos posible de mí o inyectaban sus ojos furiosos sobre mis pezones. Les mantenía la mirada, no quería dejarme rendir. Al final, fueron tantas las miradas que —sin importar ese sol derritiendo el asalto—,decidí ponerme mi saco y bañarme de sudor a soportar más las miradas de todos.
Que diferente fue, a cuando si quería esas miradas. “Mi ex me violó” repetí muchas veces. Pero las miradas de quienes no eran cercanos a mí, sencillamente se dirigían a una esquina de la habitación. Querían huir de allá o querían responder algo. Solo les salía un desagradable “Estás segura, pero si era tu novio”.
Ahora he completado unos dos años saliendo a la calle mostrando mis pezones. Ya no permito las miradas ni los comentarios.
Este es mi grito de protesta.
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