Horas sin develar

Texto y modelo Magnolia | Fotografía Julián Rodríguez C.

Para 1900, la expectativa de vida de una persona que nacía en América, era 40 años.

40 años = la película completa. La llegada al puerto. La última estación del recorrido. El libro de principio a fin: una breve infancia, el compromiso a los 17, un matrimonio e hijos a principios de los 20, llorar la muerte de los padres al comienzo de los 30. Luego, llegando a los 40, agradecer por no morir a causa de un resfriado, y esperar con paciencia el ocaso del poco tiempo que queda.

119 años después, a pesar de que ahora los seres humanos vivimos casi el doble, en el inconsciente colectivo se arraigó la idea que la vida empieza a terminarse a los 40.

Este es el cuerpo de una mujer que en 1900, estaría llegando a su “fecha de caducidad”. Un cuerpo al que, según sus documentos, las instituciones oficiales definirían como “adulto”; al que Ricardo Arjona cantaría su patético “Señora de las cuatro décadas”; al que los adolescentes llamarían “de veterana”;  y que para los piensan que el deterioro y la decadencia empiezan a los 40, estaría “quedándose del tren”.

Este es mi cuerpo sin retoques, sin efectos, sin artilugios, con muchos años recorridos, y pocas prendas que son como esas páginas que aun no se leen. Transparencias, encajes… instantes de vida, que todavía me quedan por develar.

 

Si crees que lo estamos haciendo bien
¡Apóyanos!

 

Nuestras sesiones




Publicaciones relacionadas


No Comments

Post a Comment