En la profundidad del bosque ancestral, donde la naturaleza canta en silencio su himno eterno, descubro un rincón especial, un pedacito del mundo que es mío y de la manera más egoísta lo abrazo y no lo suelto, un espacio mágico donde la fortaleza que reside hasta en mis venas se manifiesta en cada ápice de vida.
Allí, entre los árboles que susurran, encuentro la capacidad de renacer y adaptarme, como las estaciones cambiantes que danzan con la tierra.
En este santuario verde, el perdón halla su refugio y se entrelaza con la resistencia, resistir y seguir abrazándome, resistir y amarme toda la existencia.
Aprendo a soltar las cadenas que me atan al pasado y sanar las heridas que alguna vez amenazaron con romperme.
Me descubro perdonando a otros y, lo que es aún más liberador, perdonándome a mí misma.Observo cómo los árboles se mantienen firmes, incluso después de las tormentas más feroces, y eso me inspira a enfrentar mis propias tempestades con liberándome de cada temor.
Sentir la vida presente en el bosque es un testimonio vivo de la perseverancia que todas llevamos dentro. Aprendo que no es una habilidad que se activa solo en momentos de adversidad, sino una fuerza constante que me impulsa a seguir adelante, incluso en los días más oscuros.
En este lugar íntimo y sagrado, me reconecto con mi propia esencia, con lo que realmente importa. Y mientras me adentro más en el bosque, más me encuentro, más me reconozco, y más me siento en casa preparada para abrazar cada experiencia con gratitud y a florecer en cada estación.
Modelo Julieta | Texto Valentina Jaramillo | Fotografía Julián Rodríguez C. | Asistente Ana María Rodríguez
Seguimos manteniendo la intención del proyecto para que cualquier mujer pueda participar, reconocerse, verse con más confianza, olvidar los complejos y amarse de verdad.
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