Hoy soy un cuerpo que menstrúa

Texto y autorretrato Jessica Rodríguez Bellorín

Mi primera menstruación la tuve a los 12 años. Apenas entendía lo que me estaba sucediendo en aquel momento. Estaba en un salón de clases en el colegio San Vicente en el Paraíso, justo en un examen de matemáticas. Sentía un dolor inmenso e incomprensible para mi angosto cuerpo.

Sentía mis muslos empapados y de alguna forma, supuse qué era lo que había pasado. Mi mamá nunca me había hablado de aquello y lo que llegué a saber, fue gracias a unas chicas en la UCV que estaban repartiendo panfletos sobre educación sexual. Yo tenía alrededor de 9 años cuando devoré aquella revistita ilustrada de qué era lo que en un futuro cercano me iría a pasar.

En fin, en medio de esa situación indeseable, tuve que pensar en un plan estratégico para no humillarme. Esperé a que los que estaban en mi perímetro, salieran de la clase para arrancar hojas de mi cuaderno y así limpiar el pupitre ensangrentado.

Me até un suéter a la cintura y acudí a unas amigas para que me ayudaran en aquel apuro. Me prestaron un celular para llamar a mi mamá. Desesperada le conté de aquella situación y ella prometió irme a recoger.

Y la ayuda que encontré, fue mi hermana a las apuradas dándome una toalla y dejándome a la deriva otra vez. No la culpo, tenía un parcial.

Ahí estaba yo, en el baño, con algo que no sabía ni cómo poner, marcada y vencida por mi condición de mujer.

Este objeto extraterrestre al que jamás me había enfrentado era mi única balsa en medio del naufragio en mi Mar Rojo. ¿Esto va para atrás? ¿Esto va para adelante? ¿Con esto no me voy a manchar? En un baño solitario del colegio, me las tuve que arreglar. Y terminé el día en el colegio, con un suéter atado y un pantalón manchado. Odié ser este cuerpo menstruante que debía negarse, que debía ser funcional a pesar de que sentía cómo me desgarraba por dentro. Me dolían mis pequeñas tetas al bajar las escaleras, me sentía tan dentro de mí que hasta sentía que podía verme desde afuera.
Dejé de odiarlo tanto cuando supe que esto entre todas nos conecta. Y para eso, hay que charlarlo. Había algo lindo en que todas nos sincronizáramos los periodos, en que fuéramos cariñosas entre nosotras y si a alguna le hacía falta una mano, por más mal que te cayera, siempre había una toallita extra.

No sé si voy a amar menstruar alguna vez, pero sí estoy cómoda viviéndolo. Es una conversación que conecta entre generaciones y que genera mucha empatía si borramos el estigma. Lo hablo con mi suegra y con la abuela de Santi, lo hablo con mi hermana y mi cuñada, lo hablo con mis parejas y les educo para que en un futuro, también entiendan y le den una mano a otro cuerpo menstruante.

Hoy es mi primer día, lo vivo despacito. Más lentito, suavecito. Empezó a ser más fácil cuando describí que el elemento principal para vivirlo, es el cariño. Estos son los días en que me tengo más paciencia y sé mis límites. Y hoy echo mi cuento porque no quiero más menstruaciones tristes. Menstruemos con amor, menstruemos con solidaridad y con sororidad. Ah, y también usemos la copita para amigarnos más con nuestros úteros.

Les dejo esa cara graciosa de última foto para que vean que sigo siendo la misma jajaja.

Si crees que lo estamos haciendo bien
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