Pueden pasar mil cosas en la vida, pero lo único que es seguro es que somos nuestro propio hogar, nuestro propio viaje, nuestra propia llama.
Tenemos la fortuna de compartirnos con los demás, de que nos ofrezcan su mundo y su compañía, pero somos los únicos que nos podemos abrazar en lugares donde nadie más llega. Entonces, nunca nos podremos sentir solos bajo nuestro propio techo hecho de sueños y esperanzas. Nunca dejamos de viajar, de conocernos, de llenarnos de preguntas, de aprender, de perdernos un poco y de volvernos a encontrar. Nunca dejamos de alumbrarnos el camino, de encendernos frente al amor, pero también frente a lo injusto.
Cuidar nuestro techo, dirigir el rumbo y mantener la llama encendida. Todo eso se lo debemos a la vida y a la esperanza que, como dice Cortázar, es la vida misma defendiéndose. Ojalá siempre seamos hogar, viaje y llama. Ojalá no nos perdamos, pero, si nos perdemos, ojalá que siempre sepamos volver a casa.
Seguimos manteniendo la intención del proyecto para que cualquier mujer pueda participar, reconocerse, verse con más confianza, olvidar los complejos y amarse de verdad.