Cuando empecé a comprender diversas situaciones que vivía alrededor de mi desnudez, algo en mi cambio. Cambió la manera en cómo me veo frente a un espejo, en que veo a los otros y en la que siento mi feminidad. Cambió la forma en cómo utilizo la ropa y el lugar de importancia que le daba, ya sea para sentirme bien o cuando no encontraba mi talla y por alguna razón eso me hacía odiar mi cuerpo.
Cuando empecé a compartir mi desnudez, cambio también mi relación con mi luna, me volví más perceptiva a mis cambios físicos y de ánimo. Empecé a entender que este cuerpo es mío, no pertenece a otros. Aprendí a poner límites, a saber decir no, algo que a las mujeres nos cuesta demasiado. Finalmente, empecé a sentirme bella, no porque otros me lo dijeran, sino porque así lo estaba sintiendo yo. Por supuesto, empecé a invitar a otras mujeres a vivir esta experiencia de quitarse la ropa un momento y disfrutar de sus cuerpos.
Hoy puedo decir que desnudarme fue mi pequeña revolución personal.
Seguimos manteniendo la intención del proyecto para que cualquier mujer pueda participar, reconocerse, verse con más confianza, olvidar los complejos y amarse de verdad.