Esto es lo que soy

Texto Verónica Ramirez | Fotografía MarianaGarro Proyecto Mujeres del alma mía

¿Quién eres tú, Verónica?

Durante muchos años no supe cómo responder a esa pregunta. Conocía algunas de las cualidades que describirían mi forma de ser (chistosa, amable, reservada, inteligente, etc) pero no conocía los principios que regían mis acciones y mi espiritualidad; ni siquiera eran míos… Yo no era mía. Era la Verónica que me habían dicho que tenía que ser; cómo tenía que pensar, lo que tenía que creer y lo que no, lo que debía hacer y lo que no, cómo debía vestirme, cómo debía expresarme. Seguía una serie de reglas marcadas por lo que otros querían que yo fuese, o lo que ellos consideraban que era mejor que fuese. Viviendo siempre con miedo a equivocarme, al qué dirán y a no encajar en donde se suponía que debía encajar para ser una niña buena y que lo que yo era, estuviese bien. Como si sólo existiese una manera correcta de ser.

La cuestión con no conocerse a uno mismo y dejarse llevar por otros, es que en algún momento de la vida te sientes frustrado e infeliz. Me sentía atrapada en un disfraz lleno de cosas que no me gustaban y me incomodaban. Fingir se volvió algo común en mi día a día y me lastimaba tanto, que llegué a pensar que morir era la única solución para liberarme de esa carga. Estaba cansada, ya me había rendido. En una de esas noches de llanto y rumiaciones, me puse a pensar en que no valdría la pena dejar este mundo sin haber intentado al menos una vez ser y hacer lo que yo quería. Si de todas formas ya estaba decidida a irme, no perdía nada intentando antes, ser una persona diferente.

 

Cuando me liberé del estereotipo de la «Verónica ideal» que me habían enseñado, sentí que había una infinidad de opciones y ni siquiera sabía por dónde empezar. El amor fue mi primer paso. Atreverme a sentir libremente, a expresar amor hacia los demás como mi corazón me lo indicaba, me enseñó a entender que todos somos diferentes, que hay muchas formas de ser y que todas están bien si están basadas en el amor propio y hacia los demás. El amor cambió mi forma de pensar, me enseñó a comportarme, a saber en qué quería creer y en qué no. Cuando me amé a mí misma, empecé a conocerme (lo bueno y lo malo), a saber que equivocarme es también parte del proceso y me sentí cómoda con mi apariencia. Empecé a reconciliarme con esas partes de mi cuerpo con las que no me sentía cómoda (y que aun estoy aceptando) como mi espalda, por ejemplo, en la que se puede notar mi escoliosis claramente. Aún me sigo conociendo y construyendo; probablemente lo que soy hoy, será en algo distinto a lo que seré mañana, pero estoy segura de que será siempre lo que yo quiero. Soy Verónica, soy mía y soy amor.

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