A veces, la tristeza parece envolverme por completo, como un manto opresivo que limita mi visión del mundo. Hoy, sin embargo, he encontrado una forma de afrontar este estado. Estoy en un jardín cerrado, un espacio que, aunque pequeño y delimitado, me ofrece una calma reconfortante. Tengo en mis manos una flor lila, cuyas suaves texturas y delicados colores contrastan con el peso de mi tristeza. Al tocar sus pétalos, siento un vínculo palpable con la vida y la belleza que me rodean.
La depresión, con su capacidad para nublar el espíritu y apoderarse de todos los rincones de nuestra existencia, puede ser abrumadora. Sin embargo, en este jardín encuentro un pequeño santuario donde la naturaleza me ofrece destellos de esperanza. Aquí, entre la tranquilidad de las plantas y el suave color lila de la flor. encuentro la fuerza para afrontar y superar mi dolor.
Seguimos manteniendo la intención del proyecto para que cualquier mujer pueda participar, reconocerse, verse con más confianza, olvidar los complejos y amarse de verdad.