A medida que el agua toca la tela, siento cómo la delicada resistencia del vestido comienza a desvanecerse, cada pliegue que cae al suelo es un gesto de liberación, una liberación de las presiones y definiciones que me han limitado. Con cada capa que se disuelve en el agua, mi piel expuesta empieza a contar una historia de autoaceptación. En esta danza de despojo y revelación, el acto de dejar ir el vestido se convierte en un movimiento hacia el descubrimiento de mi verdadero yo, un viaje hacia la intimidad que surge no solo en el reflejo del agua, sino en la conexión profunda con mi propia esencia.
Seguimos manteniendo la intención del proyecto para que cualquier mujer pueda participar, reconocerse, verse con más confianza, olvidar los complejos y amarse de verdad.