Estuve aprendiendo toda mi vida sobre cómo no sentirme insegura respecto a mi propio cuerpo, me quería hacer entender a mí misma de una u otra forma que estaba bien, y sí, lo estaba (lo estoy), pero yo no estaba plenamente convencida de eso.

Me costó reconocer mis perfectas imperfecciones y darme cuenta que de verdad mi cuerpo no tenía ningún problema, que el vello en mi cuerpo o las manchas que se han ido quedando con el tiempo, son parte de mí y me hacen particular. En medio del proceso y con el tiempo, he descubierto y puedo decir que la forma de sentirme más segura, libre, y feliz, era estando completamente desnuda. Desnuda frente a la gente, desnuda ante una cámara que yo misma ponía frente a mí, desnuda y vulnerable en todos los sentidos, desnuda ante Vanessa Castro, develando mis capas poco a poco, develando mis miedos, mis inseguridades, mis propios prejuicios y maneras de ver el cuerpo; desnuda, sintiéndome yo.

Y sí, desnudarme me permitió reconocerme mucho mejor, salir incluso de los esquemas que me había puesto por todo lo que experimenté mientras crecía, aceptar que soy yo en medio muchos, y que no tengo porqué compararme. No, no es algo que ya está solucionado, pero estoy caminando el proceso, con todos los altibajos que eso conlleva, porque nunca es lineal.

Me desnudé ante un desconocido, y lo cierto es que nunca sentí que podía ser tan libre y tan feliz, como me permití ser mientras Julián disparaba una y otra vez la cámara. La sensación de ser en la inmensidad de la naturaleza, correr, reír y abrazarme, me dieron tanta fuerza y felicidad, que ni siquiera puedo explicarlo. Hoy reconozco a una Vanessa que ni siquiera puede ver sus inseguridades, hoy veo a la Vanessa que le agradece a la de ayer, la de la semana pasada o la de hace un año, haberse cuestionado y replanteado cómo aceptarse. Hoy soy y me siento.

Modelo y texto Vanessa Castro | Fotografía Julián Rodríguez C.