Me abrazo y me agarro, porque necesito sostenerme en algo, algo que sea yo, algo que me abrigue. Es entonces cuando, cogida de la vida, y de una rosa, sonrío lo suficiente como para decir que poco a poco que la coquetería se resume en miradas que aún no han sido vistas y que si quiero mostrarlas, habrá que seguir el protocolo que propone mi alma para llegar al final mientras pienso y sueño en que la desnudez que acaricia mis pechos es la pura suavidad de una piel que no se ha tocado. Aunque el fuego de la pena me cierre los brazos, el olor natural de la vida me asientan y renacen las ganas que se alojan en el sexo de una mujer abrazada a su propio ser.
Seguimos manteniendo la intención del proyecto para que cualquier mujer pueda participar, reconocerse, verse con más confianza, olvidar los complejos y amarse de verdad.