Durante mucho tiempo renegué de mi sensibilidad. Contuve esa llama que llevo dentro hasta casi reducirla a cenizas. Pero seguía allí, resistiendo, resistiéndose a desaparecer.
Un día no aguanté más; el fuego se encendió con mucha más fuerza que antes. Quemó mis entrañas hasta casi consumirme por completo. Me encontré llorando en un hogar en ruinas. Sin embargo de la tierra donde caían mis lágrimas brotaban flores. Fue allí cuando comprendí que en lugar de contenerlo (a este fuego), tenía que abrazarlo, escucharlo, comprenderlo.
Soy candela, soy fénix, ardo intensamente, hoy me encendí de amor y mi llama no volverá a hacerme daño, hoy la dejo ser y sé que basta con inundarla en lágrimas para apaciguarla un poco y hacer crecer un jardín.
Seguimos manteniendo la intención del proyecto para que cualquier mujer pueda participar, reconocerse, verse con más confianza, olvidar los complejos y amarse de verdad.