El ritual de autoconocimiento comienza con la capacidad de detener la rutina que nos desconecta del ser y del estar, e incluir elementos que representen nuestra conexión con el todo. Dedicar un espacio para mi es como detener el tiempo, reconocer que sigo y no que sobrevivo y dejarme amar.
El fuego atrapado en las velas es como el deseo que se desata y se esconde por pudor o miedo. El agua es aquella que refresca y cura la sed y el cansancio. Las flores son vida y belleza así como el cuerpo desnudo frente a piedra y madera que nos recuerdan la naturaleza y la esencia.
Seguimos manteniendo la intención del proyecto para que cualquier mujer pueda participar, reconocerse, verse con más confianza, olvidar los complejos y amarse de verdad.