Medicina y religión, combinación fatal

Texto y autorretrato Katherine Garzón

La historia comienza así y la voy a resumir lo mejor posible…

Hace un par de semanas empecé a sentir un dolor muy fuerte en mis senos, empezó leve, pero con el pasar de los días, fue aumentando tanto que no me soportaba ni el peso de las cobijas. Después de haber aguantado por cinco días, decidí pedir una cita para que un médico me revisara y así determinar, qué era lo que estaba pasando.

Al día siguiente llegué al consultorio y con solo el saludo, noté que la doctora, de unos 45 años, estaba algo estresada. En ese momento pensé: seguro toda ésta situación de la pandemia, la falta de médicos, la cantidad de muertos y los miles de contagios, entre otros, la tienen así, entonces solo decidí guardar calma e intentar comprenderla.

Empezamos muy mal, pues la consulta inició con una frase seca y brusca:

– ¿Qué puedo hacer por usted?

-De inmediato y sin tanto preámbulo le dije que me dolían mucho los senos y que nunca antes me había sucedido, quería explicarle en detalle los síntomas, pero con la siguiente pregunta detuvo mi discurso:

-¿Está segura que no está embarazada?

A lo que respondí:

-No estoy segura de no estarlo, pero lo siento poco probable, pues aunque tengo una vida sexual activa, llevo un método de planificación que me ha funcionado muy bien hasta ahora.

Ella dijo algo cierto:

-Todos los métodos tienen un margen de error y usted no está exenta, así que le voy a ordenar una prueba de embarazo para descartarlo.

-Yo ni lo había contemplado, pero ella es la que sabe, así que le dije, ok, me la hago, pero y si sale negativa ¿qué debo hacer?

Me dijo:

-Espere a que le llegue su periodo y listo, el dolor en los senos es un síntoma normal en los primeros días del embarazo y en el síndrome premenstrual (SPM), hay mujeres a las que les duelen los senos todo el tiempo y no andan pidiendo citas médicas.

Eso que dijo ella, quizá era cierto, pero yo no lo sentía normal, pues nunca, ¡nunca! me había pasado y fue por eso que tomé la decisión de visitar un médico. Su agresiva respuesta no fue más que el reflejo de la precariedad de éste sistema médico horroroso y mediocre que atiende pacientes sólo si están a punto de morir y en donde la prevención resulta ser una ridiculez. Quizá si las personas fueran a visitar a un médico cuando sienten que algo en su cuerpo no anda bien, por mínimo que sea, serían muchas las enfermedades y muertes que se podrían prevenir.

Mi comprensión estaba al límite, pues durante la consulta, hubo un constante tono prejuicioso.

Me preguntó:

-¿Y si la prueba sale positiva, tiene algún problema con eso?

Yo le dije -doctora, yo me estoy cuidando con un método anticonceptivo, justamente para no quedar embarazada. No es mi momento, no es momento del planeta y no es momento de nadie.

Ella me respondió:

-Si usted está embarazada, relájese, son bendiciones de Dios, son regalos del cielo.

Pensé ¿Qué mierda está diciendo ésta señora?

Y siguió:

-Yo tengo dos hermosas hijas y también me estaba cuidando cuando quedé embarazada y ahora son la bendición más grande de Dios. Si es su regalo ser madre, acéptelo y no se queje.

-Yo realmente no sabía que decirle a tanta barbaridad, es decir, fui por un diagnóstico médico, pero terminé en una cátedra religiosa de natalidad. Ella aprovechaba mi silencio para seguir hablando sandeces.

Para terminar con broche de oro, me dice:

-Yo le doy un consejo, si usted no quiere quedar embarazada, le tengo el método más efectivo, ¡No tenga relaciones sexuales!

¡Yo no lo podía creer! En ese momento tuve una especie de retrospección y me llegó un recuerdo de hace 10 años, porque recordé la última vez que me confesé con un sacerdote. Claro, me confesaba porque era parte de la tradición de una familia católica, pero en fin. Recordé que a aquel sacerdote yo le estaba confesando que tenía mucho miedo porque estaba iniciando mi vida sexual y no quería quedar embarazada, ¡sí!, ¿pueden creer que le estaba confesando eso? y que temía iniciar con métodos de planificación.

Aquel hombre me dijo:

-Los jóvenes de hoy en día tienen un pensamiento muy errado de la vida. Los anticonceptivos son creaciones del anticristo y atentan contra la naturaleza de la reproducción humana. Fue en ese mismo instante, cuando entendí la función de la religión en nosotras (saquen sus propias conclusiones).

El caso es que vi el reflejo de ese sacerdote, en la doctora. Vi en su rostro una persona indeseable y que infortunadamente, no podía separar su profesión de su preferencia religiosa, una combinación fatal.

Cuando por fin guardó silencio y me entregó la orden para la prueba de embarazo, le dije:

-Doctora, nunca antes había perdido tanto tiempo con un médico, siempre que tengo la posibilidad de hablar con uno, trato de despejar todas las dudas que tenga y siempre he recibido la orientación pertinente. Hoy la única conclusión que puedo sacar con ésta cita, es que usted como mujer no tiene empatía por su género y no tiene conocimiento de salud ni educación sexual, pues le es imposible admitir que la sexualidad es un acto natural que merece ser vivido de forma responsable, en lugar de cohibirse, tal y como usted aconseja.

Me levanté de la silla y ella se despidió con un -que Dios la bendiga y que pase lo que tenga que pasar.

Salí furiosa, desinformada y con mil palabras atoradas que le quería decir a esa mujer.

Luego vi a otra doctora y en efecto el dolor sólo era consecuencia del estrés, pues así como nunca había vivido una pandemia, tampoco sabía lo que ocasionaría en mi cuerpo tal situación. Solo fue eso, una carga hormonal mayor producto del estrés del encierro y si bien no es nada grave, es importante para mí, saber cómo funciona mi cuerpo, por qué pasa esto y por qué pasa lo otro.

Por cierto, no estoy embarazada y tampoco volví a confesarme.

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