A veces parece que fingimos que no duele cuando escuchamos algún mal comentario sobre nuestro físico. Reímos o ignoramos que llevamos mucho tiempo comparándonos con otras personas; viendo nuestro reflejo y preguntándonos ¿Por qué mi nariz es tan grande? ¿Por qué mis brazos se ven tan delgados? ¿En qué momento me salieron estrías? ¿Cuándo me convertí en la mujer del busto pequeño? ¿Y si mis huesos se vieran menos?.
Si volteara a ver la cantidad de veces que me pregunté “¿por qué yo sí y ellas no?” tendríamos un sin fin de inseguridades en esta larga lista porque desde siempre nos dijeron que lo que no tenemos nos hace menos capaces y hemos tenido que hacernos un espacio a las malas para validar que lo que si tenemos nos da aun más capacidades y nos hace ser quien somos.
¿Por qué no elogiarnos cada vez que nos encontramos? El poder de la palabra es inmenso y es que nada nos cuesta hablarnos bonito para alegrarnos un ratito… fue entonces cuando entendí que los comentarios constructivos no venían solo de los halagos de otros sino que en mi lenguaje de amor, también debía existir el “yo”.
Detrás del velo elijo amarme sin miedo mientras me miro en el espejo y pienso que cada día soy más fuerte, y es que solo los más crueles son los más débiles.
Ahora mis pies van por un camino en el que busco llenarme de palabras de amor porque el amor debe ser delicado y cuidadoso: hablarme con sutileza me hace sentir que cualquier herida sana y me llena de nuevas capacidades y me hace verme linda y sonreírme porque estoy aceptándome con todo lo que tengo y lo que no.
Entiendo que la vida se vive un día a la vez y está bien si mañana no me gusto porque aprendí a enamorarme de mí: algunas veces con más trabajo que otras y siempre viéndome como mi objetivo porque si yo no me cuido, nadie lo hará por mí y si me amo, las palabras hirientes durarán apenas un par de segundos sin tergiversar mi reflejo en aquel espejo.
Me quito el velo, soy humana y me acepto y abrazo, algunas veces me escondo tras él pero me entiendo y digo “está bien, no siempre puedo con todo”.
Texto y modelo Valentina | Fotografía Julián Rodríguez C.
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