Dejarse ser

Texto y autorretrato Camila Perea

Gran parte de mi vida ignoré el tañido que hace mi piel. A diario me encontré con ella únicamente para esconderla de otras (mis) miradas que pudiesen notar cuan avergonzaba estaba. Sentía tanto rechazo hacia ella que aún escuchando sus alaridos continué lastimándola. Ella tocó mi hombro múltiples veces intentando ser escuchada y atendida pero huí tanto como pude moviendo a otra habitación el espejo que me obligaba a verla y usando prendas holgadas con una limitada gama de colores que silenciaban los susurros dolorosos. Pero los susurros se hicieron ruidos y luego grietas que la atravesaron hasta llegar a mí. Por fin la ví y la toqué. La recuerdo seca y deshidratada. Era tan inmensa la desconexión entre mi piel y yo que la nombraba “ella”, como “algo” ajeno a mí, como un “algo” que no me pertenecía.

Ahora soy ella. Soy las secuelas que duelen, soy las pecas que quedan por la exposición al sol, soy mis lunares que se hicieron constelaciones, soy la raíz que ha brotado a través de mis grietas, soy el agua que riega mis mejillas y soy la piel que conecta mi cuerpa con el afuera posibilitando el acercamiento, contacto y placer.

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