La depresión es una gonorrea

Texto y autorretrato Alicia Martínez

Luchar contra la depresión es una gonorrea.

Es levantarse una mañana de repente con un monstruo azul en la espalda que no quiere dejarte realizar tus actividades diarias, que te aprieta fuerte para que no salgas de las cobijas y a veces te grita tanto que te deja un dolor de cabeza insoportable. No quieres salir de la cama pero con esmero logras levantarte, aunque todo el cuerpo te pesa, los pasos son 5 segundos más lentos, y cuesta enlazar una neurona con la otra. El tiempo pasa despacio y se te dificulta incluso hablar.

Entonces sales a la calle, quizá sin ducharte porque no había la energía para ello, sales al mundo, a enfrentarte con la vida que te ha tocado vivir. Y todo te huele fuerte, todo huele mal, el mismo árbol frío de siempre en esa esquina, la vendedora de arepas de mal aspecto que no saluda al pasar. Los carros y los conductores irritados echándose madrazos el uno al otro, los 7 venezolanos en el semáforo pidiendo el dinero que te falta, la calle sucia y la publicidad irritante en una valla de algo que no te interesa consumir. El día de pronto es gris y la gente apesta más que de costumbre.

Llegas a tu lugar de trabajo, despeinado, con sueño y encorvado, se nota tus carentes ganas de existir. La gente no entiende qué sucede, te hablan queriendo que respondas normalmente, quizá tu jefe se molesta por tu evidente pereza de estar ahí, no saben que el monstruo que cargas a veces te tapa la boca o está gritando tanto que no es posible para ti escuchar bien. Ellos, la gente, no lo entiende, quizá digan que estás loco, que un día estás bien y al otro día no, quizá se murmura que eres mediocre, que todo lo haces a medias y eres extremadamente lento. La verdad es que así es; te has vuelto mediocre y lo lamentas, lo sabes, te culpas, lloras, pero no haces nada al respecto. Tu psicólogo dice que no es tu culpa porque estás enfermo, tu psiquiatra te receta unas pastas para que tus neurotransmisores puedan mejorar.

Nadie sabe, pero lo intentas, en realidad intentas decirle al monstruo que se calle, a veces incluso lo golpeas y lo noqueas por un cuanto tiempo. Tu sonrisa, tu familia, tus amigos lo debilitan sin saberlo.

Tus pequeños logros matutinos hacen que te suelte por ratos y deje a tu espalda descansar. Una reunión, un abrazo o un saludo inesperado, logra opacar su poder. Una felicitación de un compañero o el “bien hecho” de tu jefe. Quizá el “qué lindo que se ve tu cabello” del desconocido o el saludo efusivo de un perro callejero.

Otras veces le hablas, al monstruo que no entiendes, se comunican en un idioma extraño e intermedio, y entre ambos se lamentan de tu vida, luego con eso logran redireccionar, esos son los días que con sentimiento ambos cantan, dibujas un horrendo “matacho” que sólo tú y él aprecian, te tomas una foto triste y desnuda en la que los demás solo ven el morbo o escribes acerca del monstruo azul que te suele acompañar.

Todo sigue siendo una gonorrea y seguirá habiendo días grises, seguirán las personas sin entenderte, alejándose y fastidiándose con tu accionar. Continuarás culpándote por el auto sabotaje que constantemente te haces, desesperarás, pero seguirás, seguirás intentando luchar con tu amigo-enemigo el monstruo, le darás poder a tu amor propio y así quizá algún día logres despedirte de él, dejarle ir o detenerlo. Eso es lo que más anhelas y por eso sigues, por eso persistes e intentas. Así que, qué más da si nadie lo entiende, es tu lucha, es tu monstruo, son tus gritos y es tu propia gonorrea.

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