La naturaleza es un templo donde vivos pilares dejan salir a veces sus confusas palabras; por allí pasa el hombre entre bosques de símbolos que lo observan atentos con familiar mirada.
Como muy largos ecos de lejos confundidos en una tenebrosa y profunda unidad, vasta como la noche, como la claridad, perfumes y colores y sones se responden. Hay perfumes tan frescos como carnes de niños, dulces como el oboe, verdes como praderas, y hay otros corrompidos, ricos y triunfantes, que la expansión poseen de cosas infinitas, como el almizcle, el ámbar, el benjuí y el incienso, que cantan los transportes del alma y los sentidos.
Seguimos manteniendo la intención del proyecto para que cualquier mujer pueda participar, reconocerse, verse con más confianza, olvidar los complejos y amarse de verdad.